El visionado de este cortometraje provoca varias preguntas:
-¿cuál debe ser la finalidad de la educación? ¿para qué metas o propósitos finales “reales” está concebida la enseñanza actual?
-¿se puede identificar el modelo reflejado en el texto con las posibilidades que ofrece la sociedad contemporánea? ¿Qué le puede ocurrir a ese niño en nuestro sistema educativo?
Transcribo una serie de ideas (no mías) que pueden servir de cauce para responder a las preguntas anteriores, y vislumbrar por dónde van las coordenadas educativo-sociales de hoy (que hablan de “competencias”, logros, etc.):
parece obvio que para que el deseo pueda seguir existiendo, los objetos deben estar permanentemente ausentes. Porque no es el objeto concreto lo que se desea, un “eso”, sino la fantasía de eso. Podemos decir que el deseo sustenta fantasías atípicas. De una manera más prosaica: hay que tener cuidado con lo que se desea, porque estamos condenados a no quererlo (o a desilusionarlos porque experimentamos que no nos colma) en cuanto lo consigamos.
Es muy posible que vivir acorde a nuestros deseos no nos haga felices. Seguramente es más feliz quien vive su vida conforme a ideas o ideales humanitarios intangibles que aquél otro que vive y evalúa su vida por los resultados concreto-materiales que ha obtenido.
La mejor manera de valorar la relevancia de nuestra vida es valorando la vida de los otros, y el modo en que nuestros proyectos aportan humanidad a los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario